Al palacio Nuño de la Rosa-Marín-Barnuevo en otro tiempo lo llamaban la Casa
del Muro. Es fácil entender por qué, si uno se asoma al patio desde la puerta
de la calle Virgen de las Nieves, que en el siglo XIX se conoció como Puerta de
la Libertad.
Antes de ver el muro, se distraerá viendo la maravillosa galería volada, con balaustrada de madera, que atrapa la atención y que huele a patio de comedias. Cuando finalmente pueda girarse, se encontrará con la muralla, la antigua muralla que envolvía la ciudad de Chinchilla. Solo un fragmento, claro. Uno de los pocos que se conservan. Las mismas escaleras que arrancan junto a la puerta, las que suben hasta la calle Barrio Cuenca, estaban excavadas en la piedra y delimitaban también la muralla. Hoy son una triste caricatura de lo que fueron. En cambio, el patio de la Casa del Muro, conserva intacto el sabor. Tiene incrustado en un rincón un arco mudéjar. Y mantiene la textura de adobe en su lienzo.
Antes de ver el muro, se distraerá viendo la maravillosa galería volada, con balaustrada de madera, que atrapa la atención y que huele a patio de comedias. Cuando finalmente pueda girarse, se encontrará con la muralla, la antigua muralla que envolvía la ciudad de Chinchilla. Solo un fragmento, claro. Uno de los pocos que se conservan. Las mismas escaleras que arrancan junto a la puerta, las que suben hasta la calle Barrio Cuenca, estaban excavadas en la piedra y delimitaban también la muralla. Hoy son una triste caricatura de lo que fueron. En cambio, el patio de la Casa del Muro, conserva intacto el sabor. Tiene incrustado en un rincón un arco mudéjar. Y mantiene la textura de adobe en su lienzo.
En abril de 2008, los propietarios del Palacio, las familias Nuño de la
Rosa y Marín Barnuevo, lo cedieron al Ayuntamiento de Chinchilla por cinco
años, con la condición de que se utilizase para fines culturales en beneficio
de la ciudad. Así lo había pedido Mercedes Pozuelo Barnuevo en sus últimas
voluntades. Los entonces responsables de la Corporación Municipal recibieron la
donación con prudencia. El alcalde Daniel Ballesteros calculaba que hacía falta
un millón de euros para rehabilitar el edificio y anunció que buscarían
subvenciones para hacerlo posible. Las ayudas no llegaron. La crisis cayó sobre
todas las expectativas como la sombra de un cuervo gigante y los sucesores en
la gestión, Pepeó y sus tres concejales, anunciaron en mayo de 2012 su
propósito de devolver el edificio a los anteriores dueños. No materializaron la
amenaza, tal vez porque los anteriores dueños rondan un número cercano a los
trescientos, y vete y búscalos y ponlos de acuerdo.
Entre tanto, el tiempo se ha ocupado de ir minando la resistencia de los
1.176 metros construidos de la casa. Desde fuera, al pasar ante la fachada
curva, junto al auditorio, no se aprecia el deterioro, solo se intuye. Es una
fachada posterior al resto del edificio, del siglo XIX, bastante sobria, en la
que destacan las rejas, sobresalientes en todos los sentidos y el escudo con
cuatro blasones familiares. Pero, dentro, van desmigajándose paredes. Se ha
derrumbado ya una parte de la galería que rodea el otro patio, de columnas
jónicas, que presentaba una celosía de madera en uno de los laterales y que
sigue teniendo un pozo de agua fresca. Una maleza vegetal inunda el centro del
cuadrilátero, donde se acumulan escombros y restos de construcción, y atufa a
cadaverina. Pero en las dependencias, que da miedo pisar, porque se estremecen
y gruñen las vigas, hay todavía restos de vida: una radio hueca, un jarrón
roto, hasta un sillón de parir. Y puertas tras las que es posible imaginar lo
que el abandono ha desdibujado: una capilla, un salón, un dormitorio.
Como tantos otros precarios supervivientes del patrimonio de Chinchilla,
sabemos que la Casa del Muro es singular, que si termina de caerse, se perderá
para el mundo, no solo para la ciudad. Además, en este caso, es una de las
puertas del laberinto medieval. Una de las menos dañadas. Si para llegar al
centro del laberinto necesitamos escoger el camino correcto, la puerta lo es
todo. Si perdemos esa puerta, tal vez estemos perdiendo también de vista el
centro del conjunto histórico artístico que es Chinchilla. Hay que pensar
rápido.
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