El título de Ciudad



Chinchilla tiene el reconocimiento de ciudad desde el 24 de abril de 1422. Se lo concedió Juan II, el rey de Castilla. En la carta real, dictada en Escalona, se hacen constar los méritos que la hacían merecedora del “título y las preeminencias de ciudad, con la palabra real de que jamás sería entregada a ningún otro señor.” Enumera varios: que era una villa populosa, en la que habría más de mil vecinos; que era muy fuerte, en el doble sentido de que tenía un castillo recio y que sabía defenderlo; también que estaba situada en la frontera de Aragón y de tierra de moros.
No olvidemos que la Reconquista había avanzado mucho, pero aún les quedaban a los musulmanes valiosos territorios, que no perderían hasta medio siglo más tarde. Este detalle era crucial, ya que al Rey le interesaba mantener una ciudad fiel y firme en la frontera para fijar los límites de su territorio.
Pero siendo razonables y de peso los argumentos citados, no dejan de ser secundarios. Juan II concedió el título de ciudad a Chinchilla porque tenía que agradecerle los servicios recién prestados en la defensa de sus posesiones contra los ambiciosos infantes de Aragón. De hecho, solo tres años antes, Juan y Enrique de Aragón, hermanos del rey Alfonso de Aragón, hacían y deshacían a su antojo en Castilla, con el beneplácito de muchos nobles castellanos. Hay que entender que Juan II acababa de ser declarado rey con 14 añitos y que, mientras alcanzaba la mayoría de edad, el reino llevaba casi otros tantos dividido en dos partes, una regida por su madre y la otra por el rey de Aragón, Fernando de Antequera, que era tío carnal del muchacho. Como los reyes se emparentaban unos con otros, el lío de familia era total.
Los infantes de Aragón se encargaron de que todavía se cruzara más la sangre azul. Casaron a Juan II con su prima, la hermana de los infantes, María de Aragón, para evitar que se dispersaran las líneas sucesorias y tener aún más control sobre el monarca. A su vez, uno de los infantes, Enrique, lo tomó prisionero en Tordesillas y le obligó a concederle la mano de su hermana doña Catalina, y a que incluyera en la dote el apetecible señorío de Villena, del que formaba parte Chinchilla. No contento con esto, lo conminó a que resucitara el título ducal para este territorio, que estaba vacante desde que la corona castellana lo había comprado. Así, el infante don Enrique se aseguraba ser duque de Villena, título que unía al de maestre de la orden de Santiago, lo que le permitía gobernar en La Mancha, Murcia y la Sierra de Segura, además de este nuevo territorio que constituía un pasillo por el que el reino de Aragón seguía controlando los hilos de Castilla.
Al poco de acceder al trono, Juan II había decidido poner la gestión de su gobierno en don Álvaro de Luna y el nuevo responsable fue moviendo piezas En el Marquesado de Villena hubo movimiento de tropas. Unas iban tomando las plazas en nombre de los nuevos duques y las otras las reclamaban en nombre del Rey. Solo dos castillos se negaron a entregarse a la duquesa doña Catalina: los más fuertes, Alarcón y Chinchilla. El alcalde Bartolomé Rodríguez Navarro, miembro de la oligarquía chinchillana, encabezó la resistencia del cerco de la ciudad. Necesitó y pidió ayuda del Monarca, que se la concedió, porque mantener la plaza en su poder fue definitivo para ganar el pulso con los duques. Ese fue el principal motivo por el que Chinchilla fue declarada ciudad en 1422. Alcaraz lo fue en 1429. Lo cuenta, con mucho más detalle, Aurelio Pretel en Chinchilla Medieval.


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