No se sabe bien por qué, Chinchilla
ha sido el municipio de Albacete donde más se ha buscado petróleo a lo largo
del siglo XX. Tal vez la culpa la tenga el geólogo valenciano Enrique Dupuy de
Lome que, en 1934, redactó un informe más que esperanzador sobre las
posibilidades de encontrar oro negro en el subsuelo, y sin necesidad de
retirarse mucho del casco histórico.
Aseguraba Dupuy que, en un pozo de unos
tres metros de profundidad, enclavado dentro mismo de la población, se extendía
sobre el agua una capa de aceite. Y que de esa capa podían destilarse algunos
litros diarios de aceite mineral. Según el geólogo, el líquido, después de
separarlo del agua, era de color amarillo y de muy ligera densidad, aunque
comparable a la gasolina y al gasoil. De hecho, servía para encender mecheros y
hasta para poner en marcha los automóviles de entonces.
Proponía Dupuy que se vaciase el
pozo para averiguar en qué condiciones manaba el petróleo y, dado el caso, para
calcular la cantidad contenida en la veta. Inmediatamente matizaba que era muy
raro que, mezclados con el aceite, no aflorasen productos asfálticos, como en
el resto de yacimientos petrolíferos que había tenido ocasión de examinar.
También invitaba a ser prudente que otros pozos, que tomaban el agua de la
misma capa que el del aceite, no presentasen indicios de hidrocarburos. Pero no
perdía la fe: igual el aceite no procedía de esa capa, sino de filtraciones de
grietas en el terreno. Porque estaba seguro de que la estructura del suelo
chinchillano era propicia a la existencia de petróleo.
No sabemos si la Guerra Civil diluyó
tan buenas expectativas, o si se llegó a realizar alguna de las propuestas
exploratorias. Pero seguro que el informe Dupuy llegó a manos del grupo
petrolero estadounidense que estuvo haciendo prospecciones en España en los
años 50. Hizo algo más que echar un vistazo. Realizó tres sondeos en 1952. De
uno de ellos se conservan todavía los casetones y las balsas que construyeron.
Uno puede verlos si se da un paseo por la parte de atrás del Cerro de San
Cristóbal, apenas a diez minutos a pie del núcleo urbano. También quedan
algunas fotografías en las que los ingenieros y los operarios saludan sonrientes
a la cámara, con la camaradería propia de dos culturas a las que el negocio ha
puesto en el mismo lado (la esperanza de negocio, ya que tampoco esta apuesta fructificó).
Un geólogo amigo me asegura que, si
entonces se hubiera sabido lo que ahora se sabe, que la orientación de las
capas estratigráficas descarta absolutamente la existencia de petróleo, ni
siquiera se hubieran molestado en realizar esos sondeos. Antes de que se
difundieran estas certezas desmotivadoras, Jesús García Martínez promovió
nuevas exploraciones. Y todavía más cerca de nuestros días, la petrolera
estadounidense Tenneco volvió a tentar la suerte con nuevos sondeos. Esta vez
más lejos del núcleo urbano, en la zona de Aldeanueva. La empresa contratista,
Sonpetrol, profundizó hasta los 279 metros. Pero los resultados esperados no
llegaban, de modo que las tareas se interrumpieron en ese punto. Dejaron la
puerta abierta a la incorporación de equipos más avanzados y sofisticados, lo
que quiere decir que no han tirado del todo la toalla. Mucho me temo que estén
pensando en el fracking, ese método salvaje de romper la pizarra a grandes
profundidades para extraer unos miserables galones de gas, a cambio de
contaminar el suelo y los acuíferos con los productos disueltos en el agua con
la que se bombardea la roca. Para eso, que no vuelvan.
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