El Penal de Chinchilla

Se cerró definitivamente en 1946 y fue demolido en 1973, pero su leyenda negra persiste. Quién no ha tenido un familiar que penó en ese edificio. Los supervivientes quizás nos ahorraron detalles. La realidad es que el Penal se construyó sobre los restos del antiguo castillo en el último lustro del siglo XIX. La subasta pública se publicó en La Gazeta de Madrid el 3 de junio de 1885.
Decretaba conservar las murallas, los torreones de entrada y el aljibe, pero demoler lo demás, incluidos los restos de la torre del homenaje, hasta dejar el patio raso. La obra costaría casi 275.000 pesetas, de las que el Ayuntamiento pondría la mitad.
El 13 de agosto de 1889, el Penal tenía capacidad para 500 presos y estaba custodiado por fuerzas de infantería, procedentes de Valencia. En la visita de inspección que cursó dos años después, el director general de prisiones aseguró que todo funcionaba de maravilla. ¿Qué iba a decir, tras solo dos años? Sí, había denuncias y se había detectado un brote de viruela y se habían fugado tres presos (dos capturados y uno abatido por la Guardia Civil), pero el señor Arrazola no observó deficiencias.
Tuvo que ser el dictador Primo de Rivera el que le echara el cerrojo por primera vez en 1925. Entre las razones, que no había espacio para talleres. Pero también que las condiciones del edificio eran deplorables, que la meteorología castigaba con fiereza las estructuras causando en ellas daños costosísimos. Y sobre todo, estaba el problema del agua. La escasez de agua potable en la ciudad de Chinchilla es un mal histórico, el peor de todos. Al castillo había que acarrearla diariamente desde los pies de la montaña. Eso hacía necesario administrarla bien. A cada preso se le reservaban solo dos litros por día, y con ellos tenía que saciar la sed, pero también asearse y lavar su ropa. Esta escasez provocaba que el edificio estuviera sucio y pestilente. Los fríos provocados por la situación, acrecentados por los problemas estructurales, multiplicaban el daño. Y luego estaban la brutalidad y los castigos, como recortar el agua, sobre todo en verano.
Sin embargo, los vecinos de Chinchilla protestaron de forma airada y persistente. El Penal suponía un medio de vida para la ciudad, que se quedaba sin alternativas en un tiempo de gran carestía. Su insistencia logró que se reabriera el 3 de junio de 1930, pero solo para presos incorregibles. Apenas un año más tarde, el 19 de mayo de 1931, la flamante directora de prisiones de la República, Victoria Kent, se dio una vuelta por el edificio, vio a “los tres desgraciados seres” que penaban en sus galerías, y decidió cerrarlo. Desde el balcón del Ayuntamiento, se dirigió a los vecinos diciendo que una cosa eran sus condiciones de vida, por las que iba a luchar, y otra muy distinta mantener vivo aquel infierno. También decidió el cierre de la cárcel de Partido. Pero solo esta última decisión entró en vigor. A los pocos meses cesó en su cargo. El Penal siguió abierto hasta 1946. El entonces director general lo cerró para siempre por las mismas causas de siempre. El Consejo de Ministros lo cedió al Ayuntamiento en 1963. La Dirección General de Bellas Artes ordenó su demolición en 1973 para restaurar el castillo. Y en estas estamos.

Tomamos los detalles de José Antonio Domingo y su artículo El penoso penal de Chinchilla, publicado en La Verdad el 27 de diciembre de 2009. 

2 comentarios:

  1. Alli estuvo encarcelado mi padre, durante toda la Guerra Civil española

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  2. Hola, tenéis una lista de presos que estuvieran allí? Busco si estaba Juan antonio moya córdoba y diosinda fajardo honrubia. Gracias

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