No nos acostumbramos a llamarlo Pósito. Durante años fue el Club
de Jubilados y lo llamamos Antiguo Club de Jubilados, ya que el vigente está a
la vuelta de la esquina. El Pósito es el recio edificio que se yergue en la
calle Obra Pía, justo enfrente de la puerta principal de la Iglesia.
Conserva aún
algunos efluvios del fritorio y el tabaco que fue absorbiendo durante su uso
anterior, que perseveran a pesar de las sucesivas limpiezas y capas de pintura.
Antes fue carnicería, mercado de abastos y hasta sala de baile, entre otras cosas.
La humedad derrite lentamente la cal de las paredes y la pulveriza en una sal que
termina precipitándose. Es más antigua. Seguramente procede del siglo XVI y
convive con el edificio desde su fundación. Lo construyeron los mismos canteros
que levantaron el ábside renacentista de la iglesia de Santa María del
Salvador, los vascos Pedro de Castañeda y Diego Hernández, que demostraron así
que lo mismo servían para lo fino que para lo sobrio. Al fin y al cabo, el Pósito
estaba destinado a guardar el grano del municipio. Es decir que era un alfolí,
un alhorí o un pósito, que de las tres maneras se designa esta función. Obsérvese
que hablamos de municipio, en el siglo XVI. Y eso no es nada. Chinchilla tiene
alcaldes, o regidores, desde el siglo XIII. Otra cosa es cuánto mandaban en
realidad porque los Reyes Católicos instituyeron la figura del corregidor que
corregía al regidor en beneficio de los intereses de la monarquía. También
conviene aclarar que el Pósito nunca pudo ser de los Pacheco, como indica un
panel cercano a la puerta, porque los Pacheco fueron derrotados por los Reyes
Católicos medio siglo antes de 1548, el año en que se terminó de pagar el
edificio. De las dos plantas del Pósito, la superior es hoy de propiedad
particular y la baja pertenece al Ayuntamiento. Estaba en desuso en 2013, cuando
se estableció en él la Oficina de Turismo y se convirtió en sala de exposiciones.
Las bóvedas de cañón dignifican su aspecto. Pero una de las partes es un
añadido reciente. Se distingue porque persiste en el suelo la huella indeleble
de la barra del bar del Antiguo Club de Jubilados.
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