Las batidas de la perdiz roja

La Sierra Procomunal de Albacete y Chinchilla no solo fue un excelente territorio de caza en tiempos de Don Juan Manuel. Mucho más cerca en el tiempo, en los años 60 y 70 del siglo XX, constituyó un coto de caza privilegiado para la clase dirigente. Se organizaban batidas de dos y tres días en las que se capturaban varios miles de perdices rojas.
Para ayudar a la especie a multiplicarse se promulgaron ordenanzas que recompensaban la eliminación de sus depredadores naturales. Por ejemplo las zorras, que ahora están muy protegidas. En aquellos años se pagaban 250 pesetas por cada cola de zorra, presentada como prueba de su captura. Era una cantidad más que apetitosa. Había vecinos y hasta guardas que ganaban más dinero con recompensas que con su sueldo habitual. Por supuesto, no se andaban con miramientos. Colocaban cepos, que suponían una angustiosa agonía para el animal una vez que los dientes metálicos se cerraban en una de sus patas. Valía todo. También el veneno. El empleo de estricnina, que ahora está prohibido incluso con pena de cárcel, entonces era un recurso cotidiano. Se inyectaba una cantidad de esta sustancia en huevos de perdiz que se distribuían en lugares estratégicos. La muerte no se limitaba a los ejemplares que devoraban el señuelo. Alcanzaba a toda la cadena alimenticia. Los buitres que se posaban sobre el cadáver morían también y el resto de animales hambrientos que probaban la carne. La fiesta cinegética duró hasta que el Ministerio de Defensa compró la mayor parte de las 24.000 hectáreas que componían la Sierra. Fue en el año 1979. El Ayuntamiento de Albacete ingresó a cambio mil millones de pesetas. A partir de ese momento, Defensa fue acotando el Campo de Maniobras. El primer efecto fue que las especies depredadoras pudieron recuperarse poco a poco. De hecho, lo paradójico de la situación actual es que la zona más rica, en variedad animal y vegetal, es precisamente el rodal vallado y vigilado que las tropas utilizan como blanco en sus ejercicios de tiro. Ahí solo penetran los proyectiles que, siendo muy destructivos, no lo son tanto como la acción de cazadores y recolectores humanos.

--La mayor parte de los datos del artículo han sido extraídos de la conversación con un antiguo trabajador del Ayuntamiento de Albacete en tareas relacionadas con la administración de la Sierra.

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