Una escuela pasada por la Guerra



Quién duda que a Eliecer Galindo y al resto de los componentes del Ayuntamiento de Chinchilla les hubiera encantado ver acabadas sus escuelas, las que ellos consideraron una de las necesidades urgentes del municipio el 8 de mayo de 1931, en su primera reunión, recién instaurada la Segunda República. Desde luego, si no llegaron a verlas, no fue por quedarse quietos.
En noviembre de 1932, el alcalde viajó a Madrid, licenciado por la Corporación, para ultimar los detalles. Y a los dos días, regresó, reunió al Pleno, y anunció que la oficina técnica del Ministerio de Instrucción Pública (en concreto Marcelino Domingo) había diseñado el edificio y que el director general de Primera Enseñanza se había comprometido personalmente a que el Estado iniciara de inmediato las obras.
Aquel Pleno concretó que las escuelas iban a asentarse en un bancal de secano, ocupado entonces por viñas, en el paraje que llamaban pozo de Murcia; también fijó las medidas del solar en “84 áreas, 65 centiáreas y 20 decímetros cuadrados” y los terrenos con los que limitaba. No hubo voces discordantes: “puestas a votación sucesivamente las enunciadas propuestas, recayó sobre cada una de ellas el voto unánime de los señores concejales presentes, pasando a ser acuerdos firmes”. Estaba claro que todos aquellos políticos consideraban que la educación era una prioridad y las aulas vigentes carecían “de condiciones higiénicas y pedagógicas”, amén de que literalmente no cabían en ellas los alumnos.
La archivera municipal, Dori Graz, ha tenido la gentileza de filtrar y agavillar para este artículo las actas municipales de la República. Algunos pasajes indican que las clases se impartían en las habitaciones de un edificio de la calle de la Cruz. De hecho, en 1934, el Ayuntamiento acordó que uno de los grupos escolares se trasladara a esa vivienda y dejase libre el salón de plenos, porque lo necesitaban. También acordó pedir un crédito de 100 mil pesetas, de las de entonces, para equipar las futuras aulas. El diputado provincial por Albacete José Prat consiguió otras 2 mil pesetas del Ministerio para la cantina escolar. No es de extrañar que el 11 de abril del 36 todos aguardasen con impaciencia la visita del arquitecto provincial Julio Carrilero. De su inspección dependía que se entregase el edificio de una vez al Ayuntamiento y pasase a ser escuela. Pero el autor de la plaza de toros de Albacete y del Instituto Bachiller Sabuco encontró deficiencias que urgía subsanar.
No hubo tiempo para más. Ya ni siquiera estaba de alcalde Eliecer Galindo. Le había sustituido en 1934 Evelino Hoyos y, a este, Manuel Carcelén en marzo de 1936. Todos sabemos la que se nos vino encima ese año, pero muchos ignorábamos que el edificio rojo destinado a colegio lo inauguraron las tropas del Frente Popular en el mes de noviembre. Lo usaron “como alojamiento y para otros fines militares”, y más tarde como Hospital, por orden del Estado Mayor de las Brigadas. Eso sí, tuvieron que realizarle “algunas obras indispensables y dotarlo de alumbrado eléctrico”. Solo tras la guerra, las escuelas adquirieron por fin el uso para el que habían sido concebidas. Casi 80 años más tarde, en 2013, el concepto de educación ha cambiado muchísimo, como todo. Pero las viejas escuelas siguen siendo un colegio público, el Alcalde Galindo. Empieza el curso con novedades: el Ayuntamiento ha protegido el patio infantil, ha cambiado el pavimento del aula de informática y ha remozado los zócalos de otras dos aulas, carcomidos por las voraces termitas del pasado.



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