Dori Graz, la archivera del
Ayuntamiento, asoma satisfecha con una carpeta. «Mira lo que he encontrado.» Es
el expediente del nombramiento de hijo predilecto de Chinchilla al doctor
Daudén. Lleva tiempo buscándolo. Cuando nombramos hijo adoptivo a Constantino
Romero, sabíamos que una ciudad con tantos años de historia tenía que haber honrado
a más hijos insignes. Sabíamos que el doctor Daudén era uno de ellos. Ahora hemos
recuperado el nombramiento, firmado por el entonces alcalde accidental del
municipio, José Briones López, por acuerdo unánime del pleno municipal, reunido
el 9 de septiembre de 1961.
Para entregarle el pergamino con la
distinción, se le organizó un homenaje el 24 de septiembre. Ese mismo día, se le
cambió el nombre a la calle donde había nacido el 14 de mayo de 1898 y donde
tenía su casa. De llamarse San Antolín pasó a ser, todavía lo es, calle del
doctor Daudén. No calle de Francisco Daudén Valls, porque él mismo quiso hacer
extensivo el homenaje también a su padre, Carlos Daudén Badal, que había sido el
médico municipal. De hecho, cuando Francisco todavía era estudiante en
Valencia, vino a echarle una mano a su padre en los dramáticos días de 1919 en
que una epidemia de gripe estaba diezmando la ciudad. Hasta un periódico de
Albacete se hizo eco del celo con que se empleó aquel chaval de 20 años.
Paradójicamente, debieron ser días esperanzados
para Daudén padre, que aspiraba a que su hijo le sucediera como médico de
Chinchilla. Pero Francisco tenía claro que quería irse a Madrid para seguir
aprendiendo y profundizando. Se doctoró en 1924 con una tesis sobre la mezcla
de proteíno-vacunas en dermatología. Y esta especialidad se convirtió en el eje
de su carrera. Cuatro años más tarde obtuvo el número 1 en las oposiciones de
la Lucha Oficial Antivenérea. Y lo hizo sin haber parado de trabajar en un rosario
de destinos diferentes. Después ampliaría su espectro de especialidades a la
leprología. Le preocupaba evitar que los hijos de leprosos contrajesen la enfermedad
y para ello fundó el primer Preventorio, el del Niño Jesús del Remedio, en Chapinería.
Enumerar sus destinos, investigaciones
y ponencias en el campo de la medicina sería agotador. Pero, si Chinchilla
decidió nombrarlo hijo predilecto, fue por otros méritos. Los más de noventa
vecinos de la ciudad que lo pedían al Ayuntamiento y lo suscribían con sus
firmas, estaban pensando en las ayudas que habían recibido de Francisco Daudén
para ser simplemente atendidos en Madrid, o para ser operados, en unos tiempos
en que el sistema de salud era muy precario y las facilidades para vecinos de
un pequeño municipio de La Mancha brillaban por su ausencia. Por si fuera poco,
los escasos días en que podía volver a su ciudad natal, presuntamente de
vacaciones, su casa se convertía en un dispensario improvisado en el que
atendía a todos los vecinos que lo solicitaban.
Vivió 92 años. Pero su legado no
acaba con las atenciones médicas que prestó a los enfermos de gripe de 1919 y
con las que fue prodigando en sus consultas profesionales e improvisadas, ni en
ese papel de cónsul extraoficial de Chinchilla en Madrid. Su hijo Carlos Daudén
Sala, también médico y también dermatólogo, donó el instrumental, los libros y
otros materiales de su padre y su abuelo, además de algunos propios, al
Ayuntamiento de Chinchilla. Como no podía ser menos, Chinchilla prepara una
exposición permanente, que reproducirá la consulta de un médico rural, en una
de las salas de la parte posterior del Claustro de Santo Domingo.
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