Los monárquicos ya no son lo que
eran. Las coronaciones de antes sí que eran fiestas. A Carlos IV, el hijo del
rey del medallón de la Plaza, estuvieron tres días agasajándolo. No estuvo en
persona, pero sí en retrato. Él y su esposa, sobre un dosel, encima de un
tablado. Igual no se parecían, pero nadie lo notó. El tablado lo adornaron con
balaustres, alfombras y colgaduras. Como la lealtad empieza por el estómago, el
regidor perpetuo de la ciudad, don Diego Núñez Robres, invitó a un banquete a
la plana mayor del municipio.
Era el 15 de mayo de 1788. Después empuñó el real pendón y, a lomos de caballos bien enjaezados, los nobles se dieron una vuelta por las calles principales. Les seguían a pie, vestidos de librea, los criados. Detrás, escoltándolos, dos compañías de granaderos y cazadores, precedidos por los maceros. Ponían la música dos bandas, la de la iglesia parroquial y la militar del batallón provincial. Empezaron y acabaron en la Plaza Mayor. Allí don Diego subió al tablado y, empuñando el pendón real, y teniendo cerca el municipal, a voz en grito, por tres veces, proclamó los vivas de Chinchilla a nuestro católico monarca, el señor don Carlos IV. Otras tantas, la multitud respondió con aclamaciones a los nuevos reyes, presentes en retrato. A continuación el Regidor lanzó a los vecinos una lluvia de monedas, recién acuñadas, con la cara del nuevo monarca. Por supuesto, no acabó ahí la cosa. Tres días dan para mucho festejo. Hubo duelo de caballeros, que jugaron a la sortija y el estafermo. Hubo procesión diaria de los gremios, con comparsas y carrozas, compitiendo por ser más vistosos. Hubo batalla de moros y cristianos, aunque a los moros les llamaban turcos y a los cristianos los capitaneaba una niña de seis años, en el papel de reina. Y la ciudad entera estuvo engalanada. Y se iluminó por las noches desde la última casa hasta el castillo. Y hubo verbenas hasta el amanecer. Y por supuesto, misa. El rey había sido coronado en diciembre, pero las fiestas chinchillanas se celebraron en mayo. No había tele, pero se enteró todo el mundo. Apenas 20 años después, las tropas de Napoleón arrasaron la ciudad.
El artículo se basa en la "Crónica de la provincia de Albacete" de Joaquín Roa Erostarbe (1894), pág 317 y ss., que a su vez se basa e una crónica de 1789 (Noticia de las fiestas celebradas por la MN y ML ciudad de Chinchilla en la proclamación de Carlos IV). La pista del episodio me la dio mi amigo Luis Guillermo García Saúco, que también me ha prestado el libro.
Era el 15 de mayo de 1788. Después empuñó el real pendón y, a lomos de caballos bien enjaezados, los nobles se dieron una vuelta por las calles principales. Les seguían a pie, vestidos de librea, los criados. Detrás, escoltándolos, dos compañías de granaderos y cazadores, precedidos por los maceros. Ponían la música dos bandas, la de la iglesia parroquial y la militar del batallón provincial. Empezaron y acabaron en la Plaza Mayor. Allí don Diego subió al tablado y, empuñando el pendón real, y teniendo cerca el municipal, a voz en grito, por tres veces, proclamó los vivas de Chinchilla a nuestro católico monarca, el señor don Carlos IV. Otras tantas, la multitud respondió con aclamaciones a los nuevos reyes, presentes en retrato. A continuación el Regidor lanzó a los vecinos una lluvia de monedas, recién acuñadas, con la cara del nuevo monarca. Por supuesto, no acabó ahí la cosa. Tres días dan para mucho festejo. Hubo duelo de caballeros, que jugaron a la sortija y el estafermo. Hubo procesión diaria de los gremios, con comparsas y carrozas, compitiendo por ser más vistosos. Hubo batalla de moros y cristianos, aunque a los moros les llamaban turcos y a los cristianos los capitaneaba una niña de seis años, en el papel de reina. Y la ciudad entera estuvo engalanada. Y se iluminó por las noches desde la última casa hasta el castillo. Y hubo verbenas hasta el amanecer. Y por supuesto, misa. El rey había sido coronado en diciembre, pero las fiestas chinchillanas se celebraron en mayo. No había tele, pero se enteró todo el mundo. Apenas 20 años después, las tropas de Napoleón arrasaron la ciudad.
El artículo se basa en la "Crónica de la provincia de Albacete" de Joaquín Roa Erostarbe (1894), pág 317 y ss., que a su vez se basa e una crónica de 1789 (Noticia de las fiestas celebradas por la MN y ML ciudad de Chinchilla en la proclamación de Carlos IV). La pista del episodio me la dio mi amigo Luis Guillermo García Saúco, que también me ha prestado el libro.
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