Los cronistas musulmanes que visitaron Chinchilla entre los siglos
XI y XIII coinciden en que los telares de alfombras y tapices eran conocidas en
todo el territorio peninsular.
El-Edrisi, en el siglo XII, describe una ciudad mediana, defendida por una ciudadela fuerte y extendida. Asegura que posee huertos y arboledas y que tiene en la parte alta un hermoso castillo. Añade que en ella se fabrican tapices de lana de una calidad tal que no podrían ser imitados en otras partes. Como de pasada, insinúa que el secreto está en la calidad del aire y de las aguas. En el mismo siglo, Al-Saqundi comenta que las alfombras chinchillanas eran exportadas a todos los países del Oriente y del Occidente. Y que además, se fabricaban esteras de colores brillantes para adornar los muros de las casas murcianas. Según Ibn-Said, cuando llegaban al Oriente, las alfombras subían de precio un octavo. Vamos, que oír hablar de Chinchilla entonces era asociarla a su castillo y sus alfombras. Además del aire y de las aguas, hacían falta muchas ovejas para surtir con su lana a los talleres. Y parece que los artesanos chinchillanos habían encontrado la fórmula para lograr unos colores singularmente vivos. La fama no decayó cuando las tropas de Alfonso X tomaron posesión de la ciudad en 1242. Será porque permitieron a los mudéjares que siguieran con su trabajo, unidos en un poderoso gremio, mientras que la judería se concentraba en el comercio. Hasta el siglo XV, los rebaños lanares chinchillanos eran tan numerosos que no les bastaba el pasto de los alrededores y en invierno tenían que desplazarse muchas leguas. La artesanía textil se diversificó. Ya no solo se hacían alfombras y tapices. También destacaba la calidad de los paños. Fue entonces cuando los Reyes Católicos expulsaron al Marqués de Villena e impusieron el catolicismo. Muchos mudéjares emigraron a Murcia y se llevaron con ellos el arte que habían cultivado durante generaciones. El resto fue un lento declive, primero hacia la mediocridad y luego hacia el olvido. No han quedado muestras que nos permitan valorar el porqué de tanta calidad. Hace tiempo que se las comieron las polillas.
-La recopiladora etnográfica de Chinchilla Fina Ortega me comenta, en una conversación posterior a la escritura del artículo, que se conservan alfombras atribuidas a Chinchilla en diversos museos como el Louvre o el Metropolitan de Nueva York. No hemos conseguido verificar esta información.
El-Edrisi, en el siglo XII, describe una ciudad mediana, defendida por una ciudadela fuerte y extendida. Asegura que posee huertos y arboledas y que tiene en la parte alta un hermoso castillo. Añade que en ella se fabrican tapices de lana de una calidad tal que no podrían ser imitados en otras partes. Como de pasada, insinúa que el secreto está en la calidad del aire y de las aguas. En el mismo siglo, Al-Saqundi comenta que las alfombras chinchillanas eran exportadas a todos los países del Oriente y del Occidente. Y que además, se fabricaban esteras de colores brillantes para adornar los muros de las casas murcianas. Según Ibn-Said, cuando llegaban al Oriente, las alfombras subían de precio un octavo. Vamos, que oír hablar de Chinchilla entonces era asociarla a su castillo y sus alfombras. Además del aire y de las aguas, hacían falta muchas ovejas para surtir con su lana a los talleres. Y parece que los artesanos chinchillanos habían encontrado la fórmula para lograr unos colores singularmente vivos. La fama no decayó cuando las tropas de Alfonso X tomaron posesión de la ciudad en 1242. Será porque permitieron a los mudéjares que siguieran con su trabajo, unidos en un poderoso gremio, mientras que la judería se concentraba en el comercio. Hasta el siglo XV, los rebaños lanares chinchillanos eran tan numerosos que no les bastaba el pasto de los alrededores y en invierno tenían que desplazarse muchas leguas. La artesanía textil se diversificó. Ya no solo se hacían alfombras y tapices. También destacaba la calidad de los paños. Fue entonces cuando los Reyes Católicos expulsaron al Marqués de Villena e impusieron el catolicismo. Muchos mudéjares emigraron a Murcia y se llevaron con ellos el arte que habían cultivado durante generaciones. El resto fue un lento declive, primero hacia la mediocridad y luego hacia el olvido. No han quedado muestras que nos permitan valorar el porqué de tanta calidad. Hace tiempo que se las comieron las polillas.
-La recopiladora etnográfica de Chinchilla Fina Ortega me comenta, en una conversación posterior a la escritura del artículo, que se conservan alfombras atribuidas a Chinchilla en diversos museos como el Louvre o el Metropolitan de Nueva York. No hemos conseguido verificar esta información.
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