Uno de los alicientes del Noli
me tangere, que se conserva en el Museo de la Iglesia de Santa María del
Salvador de Chinchilla, es que no se sabe quién lo pintó. En cambio parece claro
que el óleo formaba parte de un retablo dedicado a Santa María Magdalena y que
originalmente se encontraba en la capilla de los Soriano, en la nave del
Evangelio.
Representa una escena que han repetido los pintores desde el Románico hasta Picasso: María Magdalena, arrodillada y en actitud obsequiosa, mira a Jesucristo, que está de pie, conteniéndola con la mano derecha. Remite a un episodio del evangelio de San Juan (20, 14-28): al amanecer del domingo, María Magdalena fue al sepulcro de Jesús, pero se lo encontró vacío y rompió a llorar. Entonces vio a un hombre, que al principio tomó por un hortelano, y le preguntó por el cadáver. El hombre era el propio Cristo resucitado. Al reconocerlo, Magdalena se abalanzó sobre sus pies, dispuesta a besárselos, pero Jesús le dijo: “Noli me tangere”, que en latín significa “no me toques”. San Juan había escrito su evangelio en griego y, en esta lengua, la frase podría traducirse también como “no me retengas”. Los personajes están como ausentes, un rasgo del gótico, igual que la proliferación de escenas sobre la Magdalena que aparecen dispersas en el fondo de la escena. En cambio, las arquitecturas y las perspectivas remiten al Quattrocento italiano. Y tanto las ricas telas carmesíes, llenas de dobleces, como los detalles y las florecillas cercanas, son recursos de la pintura flamenca. Es decir, que en la tabla se fusionan el último gótico con el primer renacimiento y lo italiano con lo flamenco. No podemos verlo entero. En 1717, el Visitador del obispado de Cartagena ordenó que se eliminaran los escudos de los patronos, que estaban en la base, de modo que a la panorámica campestre que apreciamos le faltan cosas del original. Pérez Sánchez la fecha antes de 1510. Y la mayoría de los estudiosos, Luis Guillermo García Saúco entre ellos, atribuyen la pintura a un Maestro anónimo, el Maestro de Chinchilla, que también creen que pintó una Virgen con el Niño que está en el Museo de Arte de Cataluña.
Representa una escena que han repetido los pintores desde el Románico hasta Picasso: María Magdalena, arrodillada y en actitud obsequiosa, mira a Jesucristo, que está de pie, conteniéndola con la mano derecha. Remite a un episodio del evangelio de San Juan (20, 14-28): al amanecer del domingo, María Magdalena fue al sepulcro de Jesús, pero se lo encontró vacío y rompió a llorar. Entonces vio a un hombre, que al principio tomó por un hortelano, y le preguntó por el cadáver. El hombre era el propio Cristo resucitado. Al reconocerlo, Magdalena se abalanzó sobre sus pies, dispuesta a besárselos, pero Jesús le dijo: “Noli me tangere”, que en latín significa “no me toques”. San Juan había escrito su evangelio en griego y, en esta lengua, la frase podría traducirse también como “no me retengas”. Los personajes están como ausentes, un rasgo del gótico, igual que la proliferación de escenas sobre la Magdalena que aparecen dispersas en el fondo de la escena. En cambio, las arquitecturas y las perspectivas remiten al Quattrocento italiano. Y tanto las ricas telas carmesíes, llenas de dobleces, como los detalles y las florecillas cercanas, son recursos de la pintura flamenca. Es decir, que en la tabla se fusionan el último gótico con el primer renacimiento y lo italiano con lo flamenco. No podemos verlo entero. En 1717, el Visitador del obispado de Cartagena ordenó que se eliminaran los escudos de los patronos, que estaban en la base, de modo que a la panorámica campestre que apreciamos le faltan cosas del original. Pérez Sánchez la fecha antes de 1510. Y la mayoría de los estudiosos, Luis Guillermo García Saúco entre ellos, atribuyen la pintura a un Maestro anónimo, el Maestro de Chinchilla, que también creen que pintó una Virgen con el Niño que está en el Museo de Arte de Cataluña.
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