La palabra Sangre, en Chinchilla, remite a una cofradía de Semana
Santa. La más antigua. El 18 de marzo de 1584 celebró una junta, según el libro
de Actas. Lo que no se sabe es cuánto tiempo existió antes de dejar documentos.
Hay quien la remonta más de un siglo atrás, a la visita de San Vicente Ferrer en
1411.
Este predicador era muy devoto del Santo Grial custodiado en Valencia. Ya requiere una importante dosis de fe aceptar que José de Arimatea lo rescató de la Última Cena y que recogió en él unas gotas de sangre del agonizante Jesús antes de embarcarse para Bretaña y perderse en el bosque de Brocéliande dando lugar a todas las leyendas del rey Arturo y sus Caballeros y a la Orden de los Templarios, que no pudieron encontrarlo en las brumas británicas porque estaba en Valencia. El caso es que se atribuye a San Vicente la fundación de una serie de cofradías bajo la advocación de la sangre de Jesucristo. Por ejemplo en Murcia, donde se le impuso el largo nombre acostumbrado en estas instituciones: Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El mismo que ostenta la actual Cofradía chinchillana, aunque todo el mundo abrevia llamándola La Sangre. En 1586 contaba con ochenta y ocho cofrades, pero la historia de la Cofradía es tan discontinua y misteriosa como la del propio Grial. El conde de Aranda la disolvió, como el resto de las existentes en Chinchilla, en 1771. Y por aquel entonces no celebraba reuniones ni juntas. En cambio estaba muy viva la Cofradía de la Esclavitud de María Santísima Nuestra Señora de los Dolores, con 384 cofrades. Curiosamente, la que renació en 1806 fue la de La Sangre, que adoptó también a Nuestra Señora de los Dolores. Así volvió a ocurrir en un nuevo renacimiento, tras la disolución de la Guerra. Unos sesenta viejos cofrades la refundaron el 10 de abril de 1955 en el salón de La Tercia. Adoptaron los colores actuales: rojo para la túnica y el capuz (negro en el Santo Entierro), azul para la capa y blanco para el cordón. En las procesiones acompañan a los pasos de la Cruz de la Toalla, Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo de los Azotes, recuperado en 2005.
Este predicador era muy devoto del Santo Grial custodiado en Valencia. Ya requiere una importante dosis de fe aceptar que José de Arimatea lo rescató de la Última Cena y que recogió en él unas gotas de sangre del agonizante Jesús antes de embarcarse para Bretaña y perderse en el bosque de Brocéliande dando lugar a todas las leyendas del rey Arturo y sus Caballeros y a la Orden de los Templarios, que no pudieron encontrarlo en las brumas británicas porque estaba en Valencia. El caso es que se atribuye a San Vicente la fundación de una serie de cofradías bajo la advocación de la sangre de Jesucristo. Por ejemplo en Murcia, donde se le impuso el largo nombre acostumbrado en estas instituciones: Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El mismo que ostenta la actual Cofradía chinchillana, aunque todo el mundo abrevia llamándola La Sangre. En 1586 contaba con ochenta y ocho cofrades, pero la historia de la Cofradía es tan discontinua y misteriosa como la del propio Grial. El conde de Aranda la disolvió, como el resto de las existentes en Chinchilla, en 1771. Y por aquel entonces no celebraba reuniones ni juntas. En cambio estaba muy viva la Cofradía de la Esclavitud de María Santísima Nuestra Señora de los Dolores, con 384 cofrades. Curiosamente, la que renació en 1806 fue la de La Sangre, que adoptó también a Nuestra Señora de los Dolores. Así volvió a ocurrir en un nuevo renacimiento, tras la disolución de la Guerra. Unos sesenta viejos cofrades la refundaron el 10 de abril de 1955 en el salón de La Tercia. Adoptaron los colores actuales: rojo para la túnica y el capuz (negro en el Santo Entierro), azul para la capa y blanco para el cordón. En las procesiones acompañan a los pasos de la Cruz de la Toalla, Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo de los Azotes, recuperado en 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario