Susto en la caravana



A principio de los años 50, las películas de Hollywood que llegaban a España no se estrenaban en Madrid, sino en el poblado ferroviario de la Estación de Chinchilla. Bien es cierto que se trataba de un estreno extraoficial y furtivo, aunque no por ello menos bullicioso.
El tren, procedente de Valencia, cargado con los rollos de la película recién desembarcada, llegaba los jueves. Tenía que detenerse en la Estación para someterse a una serie de maniobras rutinarias. Todo estaba perfecta y milimétricamente estudiado para que, durante la parada, la película se estrenase en la pedanía chinchillana, en un caserón con más pinta de almacén que de otra cosa.

Como es de suponer, buena parte de los ochocientos vecinos del poblado, los que encontraban un hueco en sus obligaciones cotidianas, se aprestaban a disfrutar de lo que los madrileños no verían hasta la noche, en el mejor de los casos. Había corrido la voz y es muy probable que bajara también algún curioso de la cercana Chinchilla. En la Estación, el cine tenía entonces un vigor que en aquella época envidiarían muchas ciudades y pueblos de más envergadura. La Tata vendía caramelos con forma de mano o de pistola, que ella misma elaboraba con moldes de plomo. Y se hacían rifas. Las proyecciones no quedaban limitadas a los jueves. Como la afición había prendido, también había sesiones sabatinas y dominicales. Aunque los estrenos nacionales de Hollywood solo se celebraban los jueves, el día que el tren procedente de Valencia llegaba para someterse a las operaciones de rigor, el día que los cinéfilos aguardaban con golosa expectación.

Miguel Guzmán solo tenía nueve años en el invierno de 1951, pero recuerda aquella sesión como si acabase de vivirla. Cómo olvidarla. Robert Taylor en blanco y negro, con barba de varios días, restallaba el látigo para hacerse respetar. En su papel de rudo vaquero del oeste, afrontaba la misión más difícil de su vida: acercar a un puñado de mujeres desde Chicago a California para que buscasen marido entre los empleados del rancho de su jefe, Roy Whitman. Un viaje de 5.000 kilómetros en carreta, sembrado de sudor y trampas, de indios feroces, de barrancos y despeñaderos y, sobre todo, de las insubordinaciones más difíciles de aplacar, las propias del amor y el desamor, las propias de la carne. Westward the Woman o, lo que viene a ser lo mismo, Caravana de mujeres.

A pesar de las dificultades, con la cadencia del mejor cine, todo se iba resolviendo de forma satisfactoria. Hasta que, de pronto, apareció una mancha en uno de los márgenes de la pantalla, un agujero negro que creció rápidamente hasta devorar el plano. Medio hipnotizados aún por la ficción, los espectadores volvieron la cabeza hacia el proyeccionista y lo vieron agitarse y luchar contra las llamas para que no devorasen todo el celuloide y consumiesen la película entera, con látigo, carromatos y mujeres. Lo vieron arrojar el rollo por una ventana. O no lo vieron, porque el espanto había formado algarabía y la gente se amontonaba para huir de la humareda. Tal vez fueron unos segundos, probablemente poco más que unos minutos que formarían parte de la historia del cine nacional si no fueran tan furtivos.

Más de medio siglo después, La Estación languidece. La sala se vendió a un particular y está seca. Hay días que sopla el viento y ruedan las maripolas y el aire recuerda un poblado del lejano oeste. Menos mal que empezaron a venir otros colonos, que buscan precisamente esa paz, ese silencio que se queda en el cine después de la película.


1 comentario:

  1. Nuestro Padre nos lo ha contado mil veces, leyendo tu relato me ha parecido que era el que tantas veces lo relata con los mismos pelos y señales que tu en este escrito cuentas. Y como bien dices, si que eran muchos los del pueblo los que bajaban a ver las proyecciones de estreno que antes que los de la Capital de España podían disfrutar en un sitio que parecía mas bien una gran ciudad que lo que realmente era, una pedanía, eso si, con mas vida que muchos núcleos de mas población, ya que no solo era el cine, sino también el estraperlo, otro de los temas que puedes abordar en este blog.

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