Renuncio a ser alcalde




El Señor de los Anillos contiene una de las metáforas del poder más atinadas de todos los tiempos. Un tipo casero y acomodado, Frodo Bolsón, se ve de pronto, sin comerlo ni beberlo, en posesión del Anillo. Nunca lo deseó. Sin embargo, más tarde, cuando toca deshacerse de él, necesita un esfuerzo titánico. De algún modo, el poder lo ha seducido y cambiado mientras lo transportaba. Por el mismo fenómeno, alguien con menos fuerza de voluntad se ha convertido en un ser monstruoso y mezquino al que llaman Gollum.

Los amigos que estos días se acercan y me preguntan qué siento al dejar la alcaldía, sin duda sobrevaloran el estatus de alcalde. La alcaldía de Chinchilla, que he ocupado durante once meses, no otorga un poder omnímodo. Por encima tenemos a quienes hacen las leyes, que se han ido encargando de recortarnos las posibilidades. Ni siquiera tenemos la potestad de crear empleo directo, que es lo que más deseamos en esta época en que muchos vecinos desfilan pidiendo ayuda, poniéndonos el corazón en un puño y recordándonos cada minuto las limitaciones y la impotencia de nuestro cargo. Está claro que la administración pública necesita un ajuste, pero en vez de empezar la casa por la base, que es el poder central, para seguir por los autonómicos, y plantearse el papel de las diputaciones, lo han empezado por el tejado, por los ayuntamientos, la administración más democrática porque la mayor parte de los que votan se cruza con sus elegidos todos los días y pueden pedirles cuentas.
De modo que nos hemos concentrado en actualizar las ordenanzas y abrir todas las puertas,  las ventanas, y hasta el ascensor, para que entre el aire democrático. Estamos recibiendo y escuchando a todo el que pide audiencia y viene a vernos. Hemos desbloqueado la dolorosa urbanización AR5. Hemos devuelto a la vida el Foro de la Participación y el Consejo Escolar municipal. Hemos hecho del diálogo nuestra bandera. Y hemos traído la oficina de turismo al centro, frente a la iglesia, y la hemos convertido en sala de exposiciones, para que funcione como un símbolo de que el municipio tiene un tesoro por explotar.
Toda esta labor ingente no la hemos hecho solos. Formamos un equipo. Nuestro mayor logro ha sido reducir al mínimo las desconfianzas entre concejales que proceden de tres listas diferentes: PSOE, Izquierda Unida e Independientes. Y nuestro mayor acierto, escuchar a los trabajadores del Ayuntamiento antes de tomar cualquier decisión. Cierto que existe una tendencia natural a divinizar el cargo, y que en este tiempo he advertido un respeto añadido en quienes me trataban. También es cierto que representar a tu pueblo en cuantos actos se celebran y dar carta de naturaleza a esa presencia tomando la palabra, te rodea de una aureola de protagonismo. Eso será lo que llaman la erótica del poder, la que impedía a Frodo soltar el Anillo.  
Sin embargo, será que no ha sido tiempo suficiente como para que el Anillo me domine, será porque hemos firmado un pacto que hay que cumplir, será porque formamos un equipo con dos alcaldes reales y uno nominal, que no tiene por qué tambalearse con el cambio, será porque es hermoso pasar el testigo para que el juego democrático siga. El caso es que me siento bien. Aunque no liberado. Me espera el mismo volumen de trabajo como teniente de alcalde y concejal de cultura. Pero vuelvo a ser Frodo Bolsón. Solo aspiro a que sirva para algo mi experiencia. Para que haya más Frodos y desenmascaremos a tanto y tanto Gollum que no suelta el anillo ni a tiros.

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