Baños Árabes





Uno de los secretos mejor guardados de Chinchilla son sus famosos Baños Árabes. Famosos, pero invisibles. Están anunciados en todos los folletos de promoción de la ciudad, hay carteles callejeros que indican la dirección que hay que seguir para encontrarlos, pero el caso es que no se encuentran. Muchos chinchillanos nunca los han visto por dentro. Y casi ningún viajero ha logrado asomarse a su interior.
Y sin embargo, ya en 1295, el Infante don Juan Manuel ordenó que “la red en la que se vende” el trigo, la cebada y la harina la mudaran a los Baños que llamaban de Carrasca, que estaban entre la casa del herrero y el horno. Desde entonces y hasta el siglo XIX parece que funcionaron como horno de pan, con el nombre de Carraza. En las Relaciones a Felipe II, en 1576, el meticuloso Arcipreste Martín de Cantos consignaba que había “unos baños artificiales, hechos de bóveda” que daban la medida de lo antigua que era la ciudad.
Pero tanta crónica no consigue que los Baños asomen, vean la luz y sean valorados como tales. Al contrario. Cuando Luis Guillermo García Saúco y Alfonso Santamaría averiguaron que seguían en pie, y los describieron en El Congreso de Historia de Albacete, en 1983, tuvieron que indagar mucho para dar con ellos. No en vano, desde principios del siglo XX, están ocultos en el interior de una casa de curiosa construcción. Un edificio que los contiene y que los respetó; probablemente, por la solidez de la obra. Han funcionado y siguen funcionando como cochera particular en un lado y como almacén del bar El Boss en el otro. Este último establecimiento ocupa una de las partes del particular edificio al que nos referíamos, en el número 17 de la calle Obra Pía.
En un descuido, o con permiso del dueño, uno puede asomarse y apreciar la nave norte y la transversal. Cerrada por una gruesa puerta está la nave sur, la que funciona como cochera, que es paralela y gemela de la situada al norte. Se trata de naves sostenidas con recios muros de argamasa y cubiertas con bóvedas de cañón. Todavía pueden advertirse con claridad algunos de los diez lucernarios de ocho puntas, que en su día tuvieron al cielo por testigo. En los arcos se aprecian también hechuras de ladrillo. La pileta, de forma cruciforme, está cegada. Si nos atenemos a la teoría, en cada una de estas naves habría una pileta con agua de una temperatura distinta a las otras: fría, templada y caliente. Las dos naves laterales estarían unidas por una puerta, centrada en el muro medianero, que también está cegada. Los hamman árabes solían tener un vestíbulo, del que solo quedan los restos mutilados de un arco de medio punto por el que se accede a las naves. Hay quien dice que en vez de árabes eran judíos, lo que tampoco cambia mucho las cosas.
Hay quien dice también que pudieron haber sido municipales por 7 millones de pesetas y que se perdió la ocasión. Como todo son ecos y rumores, se temía que la rehabilitación de las escaleras de la calle que baja a la Placeta del Circo junto a ellos, la calle Cano Manuel, probablemente habría machacado lo que quedara de los canales que los surtían. Sin embargo, el arquitecto que dirigió las obras, Pepe Aguilar Avilés, explica que no aparecieron conducciones relacionadas con los baños, pues de haber sido así se habría notificado y se habrían documentado: "Únicamente se modificó el trazado de parte del saneamiento existente, en mal estado, y de una línea subterránea de media tensión, que afectaba al nuevo trazado de la rampa. Se respetaron y se mantuvieron registrables las dos bocas que comunican con el aljibe subterráneo que existe, el cual tuve la suerte de visitar, y que al parecer proveía de agua antiguamente al barrio y a los baños, abasteciéndose de una traída proveniente del Cerro de San Cristóbal, según me comentaron durante los trabajos."
Se trata de los únicos Baños Árabes que se conservan en la provincia de Albacete. Hay otros equivalentes en Elche de Alicante y en Segura de la Sierra en Jaén, y aparecieron otros en Toledo, que ya están abiertos al público. Estos de Carrasca, de propiedad particular, siguen anunciados y desaparecidos después de ser redescubiertos hace más de treinta años, y a pesar de haber sido declarados Bien de Interés Cultural el 12 de diciembre de 2002. Pero no todo iba a ser malo; al menos siguen en pie.

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