Cuesta que los que nos visitan se fijen en Santo Domingo. Por lo
normal, quien viene a Chinchilla va derecho a la Plaza. El antiguo Convento
está abajo, en la calle Arenal, junto a la parada del autobús, lejos del casco.
Así ha sido desde el principio. Se construyó extramuros de la ciudad, fuera de
la muralla que la envolvía.
Y eso que Santo Domingo de Guzmán prefería el
centro de las ciudades, para “contemplar y llevar a los demás las cosas
contempladas”. Llego a decirse que el propio Santo propuso la fundación, lo que
resulta imposible, ya que murió 21 años antes de que Pérez Correa reconquistase
Chinchilla en 1242. Hay quien asocia su fundación con el convento de Murcia, en
1262, pero sin pruebas documentales. Se da por hecho que el edificio es del
siglo XIV y que se puso bajo la advocación de San Juan Bautista. Hay una carta
del rey Enrique II que, en 1378, insta a las autoridades chinchillanas a que
alivien de tasas a los frailes, lo que prueba que ya estaba abierto. En el
Claustro estuvo la celda donde se alojaba San Vicente Ferrer en sus visitas. La
Relación Topográfica de Felipe II afirma que el Convento era “la cuarta casa de
antigüedad de esta provincia de Andalucía”. La última rehabilitación, de los
80, rescató el aspecto original y permite disfrutar del templo más antiguo de Albacete
aún abierto al culto, con un estilo mudéjar puro. Todos los diciembres acoge el
Belén de Chinchilla, ocasión estupenda para apreciarlo. Destaca el artesonado
de la nave central, de par y nudillo, con el escudo de Castilla y León y la
cruz dominica hermanados, lo que invita a deducir que tuvo protección real. Sin
embargo, García-Saúco apunta que el promotor pudo ser don Juan Manuel, señor
del territorio, muy bien relacionado con la Orden. Los últimos azulejos
geométricos que formaban el pavimento ya solo pueden verse en el Museo de
Cerámica de Chinchilla. El templo pertenece a la Iglesia, mientras que el
Claustro es propiedad del Ayuntamiento, sin que exista conexión de las dos
partes que compusieron el antiguo Convento. Aunque separado de la Plaza por una
buena cuesta, es de las cosas más genuinas que conserva la ciudad.
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