Los aficionados al teatro saben lo que
es contemplar la luna recortada sobre el cuadro del Claustro de Santo Domingo
de Chinchilla. Un espectáculo antes del espectáculo que cada noche, desde hace
dieciocho años, se desarrolla entre junio y julio, dentro del Festival de
Teatro Clásico. Sin embargo, lo curioso del caso es que el Claustro solo se
abre al público durante esas cinco noches y unos pocos, contados, días más en
el resto del año. Le pasa como al recinto ferial de Albacete, con la diferencia
del que el recinto ferial de Albacete se construyó para la Feria, y cualquier
uso que se le busque fuera de los diez días más populosos de la ciudad, por
mucho que quiera maquillarse de utilitario, no deja de ser usurpador y espurio.
El Claustro, en cambio, fue concebido
para la contemplación de los monjes dominicos y también supongo que para su
recreo.
En estos siete siglos que lleva en pie, ha vivido bastante más recreo que contemplación. De hecho, los chinchillanos recuerdan con cariño que fue pista de baile de los sábados, la sala Avenida, antes de caer en el desuso y de que se procediera a su restauración. Sus dos pisos de arcos, del siglo XIV y XV respectivamente, han pasado después muchos años mirándose unos a otros, mientras el brocal del pozo los miraba a ellos, en medio de un silencio muy parecido a la contemplación monacal. Pájaros de todas las especies lo cruzan a lo largo del año y, muy cerca, también desde el interior, pueden divisarse como si fueran pinturas pegadas al cristal, la curva verde del cerro de San Cristóbal y, del otro lado, tres almenas almohades, apuntaladas, confundidas en el perfil de la ciudad.
En estos siete siglos que lleva en pie, ha vivido bastante más recreo que contemplación. De hecho, los chinchillanos recuerdan con cariño que fue pista de baile de los sábados, la sala Avenida, antes de caer en el desuso y de que se procediera a su restauración. Sus dos pisos de arcos, del siglo XIV y XV respectivamente, han pasado después muchos años mirándose unos a otros, mientras el brocal del pozo los miraba a ellos, en medio de un silencio muy parecido a la contemplación monacal. Pájaros de todas las especies lo cruzan a lo largo del año y, muy cerca, también desde el interior, pueden divisarse como si fueran pinturas pegadas al cristal, la curva verde del cerro de San Cristóbal y, del otro lado, tres almenas almohades, apuntaladas, confundidas en el perfil de la ciudad.
Bien, pues se acabó. Hemos pensado que
lo que se han de comer las termitas han de disfrutarlo las visitas. Y hemos
pensado que hay que darle un uso vivo al Claustro. Antes que nosotros lo habían
pensado también otras corporaciones, que diseñaron una galería de fotos en las
que se repasaban los hitos que Chinchilla va viviendo a lo largo del año. Lo
llamaron Centro de Interpretación de Chinchilla. Nosotros hemos pensado que
tenga un uso más variado, para que los visitantes puedan renovar la imagen que
tienen del Claustro, contrastándola con diferentes contenidos. Vamos a convertirla
en una galería de exposiciones temporales. Y empezamos precisamente el jueves
que viene con una de animales, los animales de la provincia de Albacete, en las
acuarelas de Jesús Alarcón Utrilla. Sí, son esas mismas láminas que fueron
convertidas en estampas del álbum más coleccionado en las últimas décadas de la
provincia.
Claro que ha habido que solucionar
algunos problemas elementales: quién va a vigilar la exposición, quién se
encargará de abrirla al público. Como todos los ayuntamientos, andamos presos
de esta agonía del país que llaman crisis y que dicen que se soluciona con
austeridad, aunque confundiendo austeridad (que es una cualidad muy monacal)
con amputación, que es cosa más de masocas o de sádicos. Austeridad es cubrir
las necesidades elementales con pocos medios, amputación es cortar el acceso a
cubrir las necesidades elementales. Por fortuna la gente lucha por la
supervivencia y en Chinchilla tenemos asociaciones, compuestas por gente de
todas las edades, llenas de entusiasmo y de vida. Una de ellas se va a encargar
de gestionar el Claustro, que además de teatro y de animales, nos guarda aún
otras sorpresas que iremos desvelando mientras le devolvemos su uso originario,
la contemplación.
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