Epidemias ha habido siempre. La de ébola está ahí rondándonos. En
el siglo XVI no rondaban, pegaban de lleno. Por ejemplo, la peste. En
Chinchilla hubo epidemias en 1507, 1558 y 1559. Y cuando no afectaban a los
cuerpos, afectaban a las cosechas. Las plagas de langosta provocaban hambrunas.
Y estaban las guerras. La de los Comuneros contra el Marquesado diezmaron la
ciudad. A veces las guerras eran en otros lugares, pero venían las levas
reclutando, como ocurrió en 1569, con destino a Berja.
Es decir, que hubo
momentos en que vivir era un infierno y cualquier escapatoria, aunque se hoy se
antoje quimérica, significaba una esperanza. Esa es la explicación de que
gentes de secano, que habían vivido siempre a varias leguas del mar, se
embarcasen sin pensárselo mucho. Ya no fue solo Juan de Chinchilla, el
sobresaliente de la nao San Antonio, que salió con Magallanes y regresó por la
misma ruta, año y medio antes de que Juan Sebastián Elcano coronase la primera
circunvolución terrestre. Eran oleadas. Antonio Caulín, que lo ha estudiado y
ha publicado al respecto, y que dio una conferencia en Chinchilla antes del
verano, cuenta que solo en el siglo XVI hay certeza de que salieron de la
Península rumbo a las Indias 56.000 personas, pero que se supone que por lo
menos fueron tres veces más. En lo que afecta a Chinchilla, hay noticia de 18,
de las cuales cuatro viajaron hasta las Filipinas. A veces las noticias de los
viajeros son tan fragmentarias que invitan a novelar. Por ejemplo, se sabe de
un Juan de Chinchilla que era sastre en la ciudad, ahora colombiana, de Tunja.
¿Sería el mismo sobresaliente de la nao San Antonio? Hay varios pasajeros, que
se sabe que estuvieron embarcados hacia Nueva España y solo eso. Pero Alonso de
Chinchilla fue mercenario y acompañó a Valdivia, mientras fundaba ciudades.
Otros eran criados, y hasta ocho cruzaron el charco como misioneros: tres
franciscanos, cuatro dominicos y un jesuita. El que abrió camino fue el
dominico Fray Tomás de Chinchilla, que partió en 1534 a evangelizar México. Hay
estudiosos como Caulín siguiéndoles la pista, una pista débil, perdida en la
noche de los tiempos.
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